dilluns, 19 d’abril del 2010

Cascos y el silencio de Rajoy

Hace poco más de un año, Mariano Rajoy compareció en la sede de la calle Génova rodeado de la plana mayor del Partido Popular para denunciar lo que consideró una trama de policías, jueces y fiscales contra su partido. Básicamente posaron para una foto. Pero esa foto, llena de dirigentes nacionales y regionales, y en la que prácticamente no cabía nadie más, fue el anuncio de lo que iba a ser su estrategia contra la investigación judicial puesta en marcha para desenmascarar la mayor trama de corrupción política que ha habido en nuestro país. Fue, ni más ni menos, un intento de deslegitimar las instituciones democráticas encargadas de llevarla a cabo. Esa presunta conspiración denunciada por el PP es hoy el caso Gürtel.

Dos observaciones al respecto. La primera es que nadie en el PP parece acordarse de aquella foto. Ni de lo que supuso. Lo que demuestra que aquello no fue más que una huida hacia adelante y un intento desesperado de intentar pasar, ante la opinión pública, de responsables de un delito de corrupción a víctimas de una conspiración. Tampoco nadie parece acordarse de las denuncias formuladas por la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, de que su partido y ella eran objeto de escuchas ilegales por parte del Ministerio del Interior. Por cierto, ¿en qué quedó todo aquello? ¿Llegó nunca a probarlo? Y digo que no se acuerdan, porque si tuvieran una pizca de memoria, un mínimo recuerdo de lo que allí dijeron e hicieron, la vergüenza o la coherencia les impediría hacer los comentarios que estos días estamos escuchando acerca de la celebración del acto de la Universidad Complutense en apoyo al juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón.

Fíjense en la paradoja: a pesar de llenarse siempre la boca con grandilocuencias en defensa del Estado de derecho y del respeto a la justicia, el PP llegó a calificar la instrucción del caso Gürtel como una persecución policial y judicial hacia su partido. Sin embargo, un acto en sede universitaria de apoyo al juez Garzón, es tildado de antidemocrático por el propio Rajoy. ¿En qué quedamos? Parecen casos distintos, pero tienen mucho en común. ¡Vaya si tienen en común! Tanto, que Garzón fue el instructor del caso Gürtel. En fin, que casi podía haber sido él mismo el autor de la foto de Rajoy y los suyos en la calle Génova. Es evidente que no les gustó cómo quedaron retratados. Lo único en lo que no coinciden ambos actos es en la reacción del PP.

Y la segunda observación. Por si en algún momento a alguien del PP se le pasase ni tan siquiera por la cabeza bajar la tensión o ceder en este asunto, en fin, si alguien intentase salirse de la foto, aparece en escena ni más ni menos que el mismísimo Álvarez-Cascos, afirmando con tanto desparpajo como impunidad, que en relación al caso Gürtel existe una "camarilla" de policías dedicada a fabricar pruebas. ¡Viva el Estado de derecho! Y no sólo eso. Por si no le hubiéramos oído bien, Esperanza Aguirre, que también estaba en la foto, le da la razón. Y eso no es gratis. Ya verán...

Cuando se atenta contra los cimientos de nuestra democracia,cuando se fuerzan los principios democráticos establecidos en nuestra Constitución, éstos se tambalean y los ciudadanos se remueven, se retuercen y se movilizan. Porque lo que está en juego es mucho. E intuyo que esto puede ser tan o más movido que lo sucedido en España durante la guerra de Iraq a la que nos llevó Aznar y su teoría de la conspiración a raíz de los atentados del 11-M. Porque a los demócratas de nuestro país, y de fuera, les duele que los falangistas puedan sentar a Garzón en el banquillo por intentar recuperar la memoria de las víctimas de la dictadura. Mientras, Rajoy ni desmiente, ni corrige, ni desautoriza. Con su silencio ampara, consiente, y por lo tanto admite y comparte, todas y cada una de esas afirmaciones. Flaco favor hace a nuestra democracia. Y a él mismo y a su propio partido. A los que esperaban de él una oposición leal y constructiva, moderna y europeísta. Y si en algún momento ha osado intentarlo, aunque sea tímidamente, aparece Aznar levantando hacia el cielo su dedo corazón, recordándole que todo eso no es ni espontáneo, ni por casualidad. El PP sigue siendo mayoritariamente un partido rancio, lleno de trasnochados, nostálgicos y personajes esperpénticos. La aparición de Aznar y Álvarez-Cascos ya no es que sea un insulto a la inteligencia. Es el ejemplo del culto a la mediocridad. En fin, parece que tendremos que esperar...

Article publicat a la revista El Siglo 10/04/2010