En el último artículo publicado en esta sección hace tres semanas ya intuíamos que a CiU no le iba a gustar que la respuesta institucional liderada por el president Montilla en defensa del Estatut de Catalunya y de la necesidad de renovación del Tribunal Constitucional se articulara a través del Senado. A pesar de ser la cámara de representación territorial y de la que, a priori, un partido autodenominado nacionalista debería tener mucho más en estima, CiU ha optado en todo momento por menospreciar lo que allí pudiera suceder. No tanto por la efectividad de las medidas y acuerdos que se consiguieran, sino por una razón mucho más mundana: en el Senado, ni CiU ni Artur Mas tienen el protagonismo que desearían.
CiU cree poseer en exclusiva la defensa de los intereses de Catalunya, de su autogobierno, de su identidad. Y en esa patrimonialización ilegítima e intolerable de Catalunya no puede soportar que se produzca ninguna intromisión, porque ello supondría romper con el binomio Catalunya = CiU. Y menos aún que sea el PSC con Montilla al frente quien lidere la respuesta institucional en defensa del Estatut. CiU firmó el acuerdo del Parlament de Catalunya no en un afán de reforzar la unidad del catalanismo político. No se confundan: eso significaría ampliar el abanico de partidos con copyright catalanista y por tanto romper su monopolio particular. CiU firmó el acuerdo del Parlament, básicamente, porque creyó que iba a fracasar. Y, efectivamente, esa interpretación se confirmó hace justo una semana cuando el president Montilla consiguió, en el Senado, ejecutar con precisión y eficacia el mandato que le dio el Parlament de Catalunya. Montilla convenció y ganó. Mas decidió no acudir. No envió ni a su portavoz parlamentario. Decidió no acompañar al president de la Generalitat en un día de alto significado político y de enorme relevancia institucional. No sabemos dónde estaba, pero el error de cálculo fue mayúsculo. De mucho calado, puesto que de un plumazo y en menos de un día, Montilla consiguió, por un lado, el compromiso del Senado para reactivar el procedimiento para la renovación de los miembros del TC y, por otro, registrar la proposición de ley de reforma de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional. ¡Y Artur Mas no estaba allí!
Mas está nervioso. Por su falta de protagonismo y porque Montilla se está saliendo con la suya. Está cumpliendo escrupulosamente, punto por punto, con el mandato parlamentario, y CiU ni puede ni sabe cómo pararlo. Ni tan sólo cómo asomar la cabeza. La política de las gesticulaciones estériles, la desorientación y la falta de sentido institucional de CiU, contrasta con el rigor, el trabajo, la determinación y la eficacia del president Montilla. Aunque es verdad que ha sido el propio Mas quien ha renunciado a una parte de ese protagonismo no queriendo ir al Senado a apoyarle. Y lo que es peor, no sólo no celebra los resultados conseguidos con motivo de la comparecencia de Montilla en el Senado, sino que se atreve incluso a descalificarlos. Mas sabe que no estuvo a la altura que se le espera a un aspirante a la Presidencia de la Generalitat. Y claro, como no pueden asumir semejante éxito, no se les ocurre otra cosa que amenazar con registrar en el Congreso de los Diputados una proposición de ley, que presumiblemente va a tener la misma redacción que la que ya ha empezado su tramitación en el Senado. ¡Brillante! Con esta estrategia demuestran una vez más, pero ahora con mayor visibilidad, que su objetivo no consiste ni en la renovación de los magistrados del TC que tienen el mandato caducado, ni en la reforma de su Ley orgánica, ni en la defensa del Estatut ni de Catalunya. Lo único que persiguen es poner al PSC en un aprieto. Y claro, no lo van a conseguir. Porque se olvidan algo importante: la astucia del president Montilla.
CiU sigue apelando a la unidad del catalanismo político. Pero cuando hay que demostrarlo, se desmarcan. Incomprensiblemente, se quedan al margen. Se quedan solos. Como se quedaron hace unos días intentando bloquear, de nuevo, la aplicación del sistema de financiación para Catalunya. Ni el PP se atrevió a seguirles. Flaco favor hacen al catalanismo al que dicen defender. Cantos de sirena agónicos, cada vez más débiles, cada vez más tenues...
Article publicat a la revista El Siglo el 31/05/2010