Desde la celebración el pasado día 17 de febrero del debate sobre la situación económica española y las medidas que el Gobierno pretende llevar a cabo para salir de la crisis, Mariano Rajoy está desaparecido.
El presidente del Gobierno volvió a ganarle en sede parlamentaria. Se impuso en el debate de las ideas, en el de las propuestas y en el del liderazgo. La inmensa mayoría de los españoles está pidiendo que los partidos dejen a un lado tacticismos cortoplacistas para conseguir réditos electorales, y se centren en conseguir un pacto de Estado que nos permita salir de la crisis en la que estamos inmersos.
Sorprendentemente, Rajoy hizo oídos sordos a ese clamor ciudadano y prefirió enfocar el debate sobre la idea, desafortunada, de que lo prioritario no es sacar a España de la crisis, sino sacar al PSOE del Gobierno y convocar elecciones cuanto antes. Y, claro, no contempló la posibilidad de que Zapatero compareciera con una oferta real de pacto y de mano tendida a todos los partidos de la oposición. Confrontación política de alto voltaje sin contenido programático ni afán constructivo, frente a una oferta sincera de consenso y de unidad política. Bronca, frente a conciliación y acuerdo. Rajoy quedó en evidencia, completamente desdibujado, sin propuestas concretas y sin capacidad para comprometerse.
Y lo mejor, la oferta fue concreta y con contenido. Una oferta de pacto de Estado basada en cuatro grandes ejes estratégicos: mejorar nuestra competitividad y fomentar la creación de empleo; un pacto industrial para impulsar la innovación del modelo productivo; asegurar la reducción del déficit, y la remodelación del sistema financiero en lo relativoa la estabilidad, la morosidad y el acceso al crédito. Y con plazo concreto: dos meses para cerrarlo. No hay tiempo que perder.
En definitiva, el presidente situó a Rajoy en la encrucijada. Éste es el momento de la verdad. El momento de actuar de forma responsable y patriótica. El momento de actuar con altura de miras, con lealtad y con sentido de Estado. Rajoy no tenía escapatoria. Pero tampoco respuesta. No la dio durante el debate. Y, nadie le ha visto ha visto desde entonces... ¿Se esconde aturdido por una nueva derrota parlamentaria? ¿Es incapaz de reaccionar ante una propuesta de pacto tan explícita? O ¿Quizás es que el debate sirvió también para evidenciar que el PP no tiene una alternativa económica?
Tan sólo una semana después del debate, el Gobierno elaboró un documento con una propuesta de acuerdo. Medidas concretas, como rebajas fiscales para la rehabilitación de viviendas, para recuperar más de 350.000 empleos; la puesta a disposición para pymes de créditos de hasta 200.000 euros a través del ICO; un verdadero esfuerzo de austeridad pública; la garantía de pago a proveedores en un plazo inferior a 60 días o 30 si es una Administración pública y la apuesta firme por un nuevo modelo energético con unamayor presencia de la energía eólica y solar.
En definitiva, medidas para garantizar la solvencia de España y recuperar la buena salud de nuestra deuda pública, fundamentales para conseguir la credibilidad de nuestras cuentas públicas, la valoración de nuestra economía y de nuestras empresas en el exterior y en los mercados internacionales.
Zapatero ha cogido el timón de la situación. A pesar de las críticas recibidas, el Gobierno ha venido actuando frente a la crisis con un plan de acción coherente desde el principio. Así, inicialmente, y frente a las primeras consecuencias de la crisis, apoyó al sector financiero y se tomaron acciones destinadas a frenar lo más duro del golpe para contener la recesión, mantener el empleo y la cohesión social. Ahora debe concentrarse en impulsar la recuperación. Y lo va a hacer. Con o sin el PP.
En este contexto hay algunos datos que invitan a la esperanza. Como afirmaba el economista Antón Costas hace unos días en un artículo, "hay algunas señales que anticipan una pronta salida de España de la UVI. El consumo eléctrico despierta. La demanda de las familias sale de la anorexia. La producción industrial se mueve al alza. La inversión en equipo se desentumece. Las exportaciones avanzan. Las reservas hoteleras aumentan. La deuda de las familias desciende. Las tarjetas de débito comienzan a moverse. Son muchas señales de que estamos ante un efecto brinco".
Hay plan, hay voluntad de pacto y el PP y su líder, hoy desaparecido, deben decidir si siguen generando crispación o están preparados para pactar. Estamos a la espera.
Article publicat a la revista El Siglo el 08/03/2010